Científicos requieren apoyo para iniciar las tres fases clínicas, el proceso administrativo para el registro, aprobación y producción del biológico que podría combatir al coronavirus en el país
Un grupo de 50 científicos mexicanos está a nueve meses de lograr una vacuna en contra del Covid-19, la enfermedad de la pandemia mundial, pero para llegar a la meta le faltan 200 millones de pesos para iniciar las tres fases clínicas, el proceso administrativo para su registro, aprobación y producción, por lo que iniciaron la búsqueda de recursos ante diversas instancias.
Edda Sciutto y Juan Pedro Laclette, líderes de investigación de la vacuna iniciaron su trabajo en marzo de 2020, aplicando la experiencia de 30 años en la creación de la vacuna de cisticercosis, ambos son científicos del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Ellos realizan gestiones para buscar en este momento el apoyo para poder avanzar rápidamente y lograr la primera vacuna mexicana contra Covid-19.
De lograr obtener esos recursos, prevén que en diciembre de 2021 México podría contar con una vacuna propia. Ésta es una de las cuatro opciones de la ciencia mexicana para llegar a desarrollar un fármaco de nivel internacional.
Para desarrollar la fase 1 y 2 se estima que les faltan aproximadamente 22 millones de pesos.
«Para llevar a cabo la Fase 2 se requiere una decisión de Estado, porque esta cantidad de recursos ya serían 100 o 200 millones no es cuestión que los desembolse una empresa porque implica las certificaciones ante la autoridad regulatoria sanitaria y el arranque de la producción”, asegura Laclette.
Otro de los desarrollos es el que se impulsa en la Universidad Autónoma de Querétaro, la vacuna QUIVAX 17.4, pero también a falta de 20 millones de pesos para seguir las fases 1, 2 y 3 de investigación clínica.
Para juntar los recursos, se convocó al Vacunatón para el próximo 27 de marzo con el que esperan que la comunidad universitaria, empresarios y la población en general apoye la continuidad del desarrollo de la vacuna.
Ambos grupos científicos requieren menos de 200 millones de pesos, cantidad que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador destinará durante este año a la remodelación del estadio del equipo de béisbol Guacamayas de Palenque, que dirige el hermano del mandatario, Pío López Obrador.
“Se requiere una decisión del Estado para seguir”, dice Juan Pedro Laclette, quien a lo largo de su trayectoria ha sido presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, candidato a la rectoría de la UNAM y presidente del Foro Científico y Tecnológico.
Además de esos recursos se requiere del apoyo administrativo y regulatorio para crear una plataforma nacional que permita a México contar con una alternativa de vacunación estacional, de cada año, si se confirma que este coronavirus se quedará entre nosotros, y para preparar a nuestro país para futuras pandemias.
“Es un asunto de seguridad nacional”, dice Edda Sciutto, quien ha sido reconocida con el Premio Universidad Nacional 2007 y el Premio de Investigación Epidemiológica del Instituto Científico Pfizer, en 2006.
Se trata de una vacuna que es desarrollada a partir de una molécula extraída de la proteína S, lo que la hace segura y confiable, además de que permite que sea fácilmente adaptable ante las nuevas variantes del virus SARS-CoV-2.
Su diseño es a partir de sintetizar diferentes partes de la proteína que interacciona directamente con el receptor. Se sintetizaron seis moléculas y se evaluaron en animales ratones y hámster. Una de ellas se encontró la que permite la respuesta inmune.
“Estamos utilizando un inmunopotenciador que se ha utilizado por 100 años en la creación de vacuna, por lo que a esta la hace una vacuna segura, confiable y también muy posiblemente aceptable por la comunidad, además de económica. Es más barata de producir”, describe la investigadora.
Hasta ahora la investigación indica que la vacuna mexicana se desarrollaría en dos dosis de aplicación. Además “es muy versátil, lo que es una ventaja, ofrece la posibilidad de ajustarnos a las variantes del virus, con lo que no modificaría el proceso de producción. No es una vacuna de emergencias, es para quedarse”.
Con cierta “pena” revelan que han llegado a este momento con una inversión de apenas 22 millones de pesos, si se compara con los recursos que se han inyectado a las vacunas internacionales. Un billón de dólares requirió la empresa Pfizer para el mismo propósito.
Relatan que ha sido la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) la única instancia gubernamental que los ha apoyado, por lo que al presidente Andrés Manuel López Obrador le solicitan “que preste atención a nuestra iniciativa y a otras más. Estoy convencido de que el conocimiento, la ciencia y la innovación son un factor fundamental para encarar este y otros muchos problemas del país”, dice Laclette.
En este proceso los investigadores han contado con la alianza de la empresa Alpharma, una farmacéutica mexicana con 50 años de historia en nuestro país y tiene un portafolio de 198 productos y 300 presentaciones de medicamentos oncológicos, analgésicos, antibióticos, cardiovasculares y dermatológicos, entre otros.
Diego Ocampo, director de Innovación de Alpharma, informó que cuando más recursos se van a requerir es en la Fase 3 de investigación clínica, porque los estudios pueden costar entre 50 y 100 millones de pesos.
En Diario de Xalapa